Por: Pedro Echeverría V,
1. La década de los sesenta fue el gran corte histórico en el mundo: la humanidad, o la mayoría de ella, proclamó –como el anarquismo- la lucha contra todo autoritarismo y todo poder: desobediencia en el hogar, en la escuela, en el trabajo, a los gobiernos, empresarios, al marido, a los líderes sindicales y de partido. Fue indiscutiblemente la década de la liberación, de la revolución y la rebeldía contra toda imposición y tradición. Jóvenes se fueron de sus casas, dejaron el trabajo embrutecedor, le cantaron y pintaron el amor y la paz, se vistieron con pinturas en la cara, con pantalón de mezclilla (entonces proletario), pelo largo y las barbas mientras la música rock comenzaba a sonar. Aquí ganamos en libertad.
2. Pero en México, en Francia, en Alemania, en Italia, en EEUU, en Checoeslovaquia, perdimos nuestras luchas en las calles porque fuimos reprimidos con brutalidad y salvajismo. En México ganamos en las calles, en la UNAM, POLI, Chapingo; hicimos mítines en los mercados y llenamos de volantes la ciudad de México para contrarrestar a toda la prensa, la radio y la televisión al servicio del gobierno. Pero la brutalidad gubernamental invadió la UNAM, invadió el POLI y desató una masacre el 2 de octubre en la Plaza del complejo de edificios de Tlatelolco. Luego nos vigiló, persiguió y terminó encarcelándonos a lo largo de la “guerra sucia”) en la primera mitad de los setenta. (En 1973 fui detenido por unos días junto a otros 60 compañeros)
6. El imperio capitalista, los empresarios, con la intensificación de las máquinas y de la producción seriada, dejan en manos del capitalismo en “abstracto” la explotación. En los últimos 55 años han acumulado más capital los empresarios que en los 500 años anteriores. Después de la década liberadora de los años sesenta, ha continuado gobernando la derecha del PRI y el PAN usando un discurso demagógico de libertad, igualdad y justicia. Y el colmo, han metido a mujeres, jóvenes, a la “oposición”, al gobierno para demostrar que las batallas de 68 han sido atendidas. Pero algunos líderes de entonces no han dejado de hacer “su luchita” dentro de los aparatos de gobierno; no está bien ni está mal para ellos, aunque sí para la lucha social.
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