Por Mumia Abu-Jamal
Han pasado décadas desde el proceso de descolonización en los 1960s,
cuando muchos estados africanos y árabes se libraron del control
colonial europeo, con frecuencia a través de la lucha armada.
Han pasado décadas, sí, pero las llamas encendidas durante ese proceso no se han apagado. La colonización fue un fenómeno violento, una explotación
esencialmente violenta ejercida por un poder fuerte sobre un poder más
débil.
Las colonias fracasaron cuando la resistencia se hizo nacional y
todos los segmentos de una sociedad se opusieron al sistema impuesto por
el país extranjero y explotador.
Frente a un rechazo universal, el poder colonial no pudo justificar la continuación de su dominio.
“Para engañar al público estadounidense y persuadirlo a iniciar una
guerra, los neoconservadores prometieron que un cambio de régimen en
Irak cambiaría el Medio Oriente para siempre. Hablaron de reestructurar
la región. Ahora sabemos que todas sus suposiciones y predicciones eran
falsas, excepto una: han cambiado el Medio Oriente para siempre. Pero en
lugar de liberar a un pueblo e impulsar la democracia, la invasión y
ocupación de Irak por Estados Unidos alimentó la furia, combatividad,
reclutamiento y organización de la insurgencia. Las fuerzas fanáticas y
radicales se extienden, y su impacto letal y desestabilizador amenaza
no sólo a la favorita dictadura real de Estado Unidos e Irak –Arabia
Saudita–, sino a Europa y tierras más allá.”
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