Por: Julio Hernández López
Tomado de: La jornada
Nada le importa al ocupante
actual de Los Pinos que en diversas encuestas de opinión aparezca un alto
índice de reprobación a su ejercicio gubernamental. Él no está dedicado a la
frivolidad (es decir, la de las encuestas) y lo único que desea es servir bien
a la patria, sin más recompensa, premio, aliento o reconocimiento metálico que
la satisfacción del alto deber cumplido. Todo un estadista, pues, al que no
encandilan los oropeles de la falsa fama ni la consecución de logros personales
(sean casas o no, que a fin de cuentas tales bonos inmobiliarios serían lo
menos cuantioso). Y ya encarrerado en esa entrevista al término de una gira por
Tlaxcala, en la que habló de que él no trabaja ni dedica su empeño a colocarse
medallitas, sentenció, con la vista tendida en el horizonte histórico que desde
ahora adivina áureo y benevolente para su obra: hoy no me ocupa, a final de
cuentas, revertir o mejorar índices de popularidad; lo único que me interesa es
que a México le vaya muy bien. Ah.
Despertó el gigante que vive en
San Quintín y despertó con sed de justicia, dijo Justino Herrera, vocero de la
Alianza de Organizaciones Nacional, Estatal y Municipal por la Justicia Social,
según la edición de Internet de La Jornada Baja California, que dirige la
periodista Mireya Cuéllar. Un grito rei-terado fue el de ¡No más salarios de
hambre!, entre esos jornaleros agrícolas que en su mayoría son indígenas y
provienen de otros estados de la República. Ellos han constituido parte de ese
México (hasta ahora) invisible, el de los más pobres entre los pobres,
despojados de derechos y justicia, condenados a la condición de meras máquinas
recolectoras de productos luego vendidos a consumidores extranjeros con grandes
ganancias para los empresarios que hoy se lamentan de las fresas echándose a
perder en los campos por la protesta de los jornaleros, pero nunca se
preocuparon por la atención de esos trabajadores en términos de humanidad y
justicia. Empresarios largamente infractores de la ley, sin proporcionar
seguridad social ni otras prestaciones a sus peones acasillados, pero que hoy
hacen cuentas adoloridas ante el riesgo de tener que pagar unos pesos más a los
trabajadores.
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