Tomado de: Contra Línea
En el México de hoy se puede
envenenar los ríos y causar uno de los mayores desastres ecológicos de la
historia del país con total impunidad, como ocurrió con el derrame de 40 mil
metros cúbicos de desechos tóxicos que en 2014 cometiera el Grupo México, de
Germán Larrea Mota Velasco, en Sonora. Con una módica multa de 23 millones de
pesos y la promesa de invertir 2 mil millones en un fideicomiso para atender
las afectaciones, la empresa trasnacional, explotadora de personas y recursos
naturales, saldó cuentas con la justicia mexicana. Nadie pisó un minuto
siquiera la cárcel por haber diseminado en 17.6 kilómetros del arroyo Tinajas,
64 kilómetros del río Bacanuchi y 190 kilómetros del río Sonora, sustancias
tóxicas como arsénico, cadmio, cromo, plomo, cobre, aluminio y fierro que
matarán cualquier tipo de vida y que mantendrán contaminados dichos afluentes
por un periodo que, por largo, es indeterminado.
Lo que no se puede hacer en
México sin castigo es cuestionar el poder y el statu quo. En días pasados, el
Poder Judicial de la Ciudad de México se ensañó con el joven Luis Fernando
Sotelo Zambrano, quien apenas rebasa los 22 años de edad. Se le acusa de haber
quemado una unidad del Metrobús.
Los hechos que se le imputan
sucedieron el 5 de noviembre de 2014 en la avenida Insurgentes, justo en la
estación Ciudad Universitaria, cuando la unidad fue interceptada por un grupo
de alrededor de 20 personas con el rostro cubierto y, luego de que bajara a los
pasajeros y el chofer, incendiada. Ese día se realizaba una serie de protestas
en el marco de la tercera jornada global por Ayotzinapa. Los estudiantes de la
Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos habían sido desaparecidos de manera
forzada 39 días antes y la indignación social iba en aumento conforme se
conocía la participación de autoridades en los hechos por los que hasta la
fecha se desconoce el paradero de los estudiantes rurales.
A Sergio Pérez, estudiante del
doctorado en ciencias biomédicas, las autoridades lo presentaron como uno de
los “perpetradores” y con vehemencia los policías lo acusaron de haber sido
parte del grupo que atacó el Metrobús e, incluso, dijeron que lo habían
detenido en flagrancia. El chofer de la unidad, claro, aseguró que Sergio Pérez
Landero estaba entre los que incendiaron el vehículo. Tuvieron que liberarlo un
par de días después, cuando un video captado por las cámaras del Instituto de
Biología de la Universidad demostró que el alumno salió de dicho inmueble casi
una hora más tarde de cuando se suscitaran los hechos que le imputaban.
Exactamente de lo mismo acusaron
a Luis Fernando. Pero él no tuvo la misma suerte: estudiante del plantel 6 de
la Escuela Nacional Preparatoria, se aprestaba a realizar exámenes
extraordinarios para concluir el bachillerato y continuar con una licenciatura
universitaria; se reivindicó anarquista, y no hubo video que lo mostrara en
algún otro lugar en el momento del ataque. Además, es integrante del Colectivo
Ollin Meztli y de la Cooperativa Ik’ Otik; adherente a la Sexta Declaración de
la Selva Lacandona y solidario con el Congreso Nacional Indígena. Fue parte del
movimiento en contra de la alza de la tarifa del Sistema de Transporte
Colectivo Metro y de la lucha por la liberación del anarquista Mario González.
Encima, dijo creer en la autonomía, la autogestión, el apoyo mutuo, la
solidaridad, es decir, en valores anarquistas, y expresó que era necesario que
la gente se organizara y se reapropiara de las cosas… Pues he aquí un chivo
expiatorio ad hoc para las televisoras y el sistema de justicia mexicano, donde
los pobres tienen que demostrar su inocencia y no son las autoridades las que
tienen que demostrar la culpabilidad del acusado.
Desde esa noche, Luis Fernando
Sotelo está encerrado en el Reclusorio Sur Preventivo. No hay pruebas que lo
incriminen. Lo único con lo que “cuentan” los sabuesos de la Procuraduría
General de Justicia del Distrito Federal es la desacreditada declaración del
chofer, quien dice haberlo reconocido (así como “reconoció” a Sergio) entre los
que lo bajaron de la unidad para incendiarla… ¿pues no que iban encapuchados?
¿Qué tal si Luis Fernando fuera
un hijo de políticos o empresarios encumbrados? ¿Qué tal que si en vez de dar
solidaridad y querer transformar un mundo injusto fuera ducho aprendiz en las
artes de expoliar a los trabajadores? ¿Qué tal que abusara, incluso
sexualmente, de la servidumbre que lo rodeara? Seguramente no tendría problemas
con la justicia y hasta saldría en las notas de sociales como uno de los júnior
exitosos del país.
Lo que mantiene a Luis Fernando
en la cárcel es su congruencia de asumirse activista y anarquista. La
indignación ya cobra forma y, como dice, la campaña por su liberación luego de
conocerse la sentencia: “Que nuestra rabia se haga una misma, que sople el
viento, que inicie la tormenta”.
Leer completo:
http://www.contralinea.com.mx/archivo-revista/index.php/2016/10/02/33-anos-de-carcel-por-anarquista/
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