Tomado de:
Suplemento de Ideas de Izquierda México
*Extractos del artículo de
Pablo Oprinari “Maquiladoras:
explotación capitalista y resistencia obrera en
la frontera norte de México”.
La frontera
México-Estados Unidos serpentea a lo largo de 3000 kilómetros. Ondula desde el
Océano Pacífico, descendiendo hasta el Golfo de México. Allí transita el
comercio transfronterizo, articulando un amplio entramado de empresas
localizado a los dos lados del Río Bravo y más allá, volviendo inseparables las
plantas productivas de ambos países.
La industria maquiladora
de exportación de México emplea a 3 millones de trabajadores. Sólo en los 6
estados fronterizos -Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila Nuevo León y
Tamaulipas- son 1,8 millón de trabajadores, en 3,700 empresas, la mayoría de
origen trasnacional. En la maquiladora se produce de todo; electrónica, textil,
partes automotrices, aeroespacial, de construcción, hasta componentes para la
industria bélica estadounidense. La frontera está surcada por ciudades
proletarias, lo cual desmiente la noción de que la clase trabajadora no existe
más. Una clase obrera, oculta por los intelectuales orgánicos de la burguesía y
la mayoría de los medios de comunicación, pero bien presente en la geografía
urbana y en las ganancias de los explotadores.
El origen de la industria
maquiladora se remonta a mediados de los años ´60, motorizada por el Programa
de Industrialización Fronteriza de México (PIF) y la flexibilización de las
tarifas aduaneras.
Como dice de forma cruda
este artículo
“a veces, en la maquila, la muerte es lenta, pero siempre tiene permiso;
como en las fábricas de costura y arneses que consumen las articulaciones de
hombros, muñecas, caderas o rodillas de los obreros por el ritmo acelerado y repetitivo
de trabajo que siempre espera más productividad y, con ella, la salud de
quienes generan la riqueza a cambio de un salario de hambre. (...) Recordemos
los casos en que obreros de Foxconn –y otras tantas maquilas– se han intoxicado
o los de Lexmark que han enfermado de las vías respiratorias para luego, no
pocos, morir a causa del toner acumulado en sus pulmones.”
Sin embargo, lo que no ha
cambiado es que la “magia” de la maquiladora descansa en el sudor y la
sobreexplotación de la fuerza laboral, lo cual se combina con la cercanía de la
frontera, ventajas impositivas y un sindicalismo proempresarial. Bajos niveles
salariales (en comparación no sólo con EEUU, sino también con China), explican
su persistencia a pesar de las distintas crisis económicas. En definitiva, la
mayor extracción de plusvalía de la clase obrera mexicana, que alimenta las
arcas empresariales y de las trasnacionales.
Desde el 18 de mayo, por
disposición del presidente López Obrador, inició la reapertura de la industria
maquiladora y automotriz, ahora consideradas “esenciales”. Washington, las
trasnacionales y las cúpulas empresariales obtuvieron lo que querían: una
reactivación que alimente las cadenas de valor que cruzan los pasos fronterizos
y a la industria estadounidense. La urgencia está motorizada por la próxima
entrada en vigor del nuevo Tratado México-Estados Unidos-Canadá, y por el rol
que cumple la industria maquiladora, “con su inserción en el modelo de cadena
de valor global, en donde funcionan como suministradoras de partes o productos,
parciales o terminados”. En esta medida se muestra la subordinación del
gobierno “progresista” mexicano a Trump, en contra de la salud y la vida de la
clase obrera.
La declaración
presidencial legitimó a las empresas maquiladoras que ya estaban funcionando y
permitió la reapertura del resto, así como de las terminales automotrices. Esto
es aún más grave porque se da cuando crece la pandemia en el país: al momento
de escribir este artículo se acerca a las 10,000 muertes reconocidas
oficialmente. Una acción negligente que profundiza el panorama sombrío de
muertes obreras, con verdaderos homicidios industriales que han sido
denunciados.
El movimiento obrero del
norte tiene historias de lucha marcadas por la solidaridad internacionalista.
En 1906, uno de los preludios de la Revolución fue la huelga de Cananea, contra
la patronal yanqui de William Greene y sus socios en el gobierno mexicano. El
sindicalismo revolucionario estadounidense del IWW (Industrial Workers of the
World), soldó lazos de solidaridad internacionalista con los obreros de Cananea
y el Partido Liberal Mexicano de los hermanos Flores Magón, que participó allí
activamente. Después de la derrota de la huelga, los obreros wooblies (como se
llamaba a los integrantes del IWW) realizaron una campaña activa por la
liberación de los presos. Asimismo, no se puede entender la Revolución en el
norte del país sin la participación de los mineros sindicalistas de Arizona y
Nuevo México, obreros de diversas geografías que incluían a migrantes mexicanos
como Práxedis G. Guerrero, que se hermanaban en la lucha contra la patronal
estadounidense y contra la dictadura de Díaz en México. En el presente debemos
reapropiarnos de estas páginas heroicas.
Hoy existen múltiples
lazos entre la clase obrera maquiladora y el proletariado multiétnico
estadounidense. Desde la existencia de millones de migrantes mexicanos que
trabajan en el corazón del imperialismo, hasta el hecho de que son parte de un
entramado productivo que trasciende las fronteras.
Los aliados del
proletariado maquilador son -junto al conjunto de los trabajadores del país-,
la clase obrera estadounidense, los migrantes y el movimiento negro que se
rebela al grito de Black Lives Matter. Los enemigos, en cambio, están en las
clases dominantes, sus partidos y gobiernos de ambos países.
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