miércoles, 8 de julio de 2020

¿Qué hay detrás del encuentro AMLO-Trump?


Hay una larga historia de dependencia económica, política, militar y diplomática que cruza los 3000 kilómetros de frontera común, signada por los acuerdos comerciales y la integración productiva transnacional, así como por la imposición de las políticas (anti)migratorias y la “guerra contra las drogas”, desplegadas durante las últimas décadas por demócratas y republicanos.

Además, el presidente de México impulsó una apresurada reapertura de la industria maquiladora y automotriz, consideradas “esenciales” desde el 18 de mayo. La Casa Blanca y las trasnacionales, así como las cúpulas empresariales nativas, obtuvieron lo que querían: una reactivación que alimente las cadenas de valor que cruzan los pasos fronterizos y a la industria estadounidense.

La urgencia estaba motorizada por el arranque del T-MEC y por el rol de la industria maquiladora, “con su inserción en el modelo de cadena de valor global, en donde funcionan como suministradoras de partes o productos, parciales o terminados”. [3] La situación de los trabajadores mexicanos, obligados a volver a trabajar con riesgo para su salud y la de sus familias, no era una prioridad del gobierno de López Obrador. Como resultado de esta negligencia criminal, aumentaron las muertes obreras por el COVID-19, en particular en los estados fronterizos.

Como adelantamos antes, el T-MEC se inscribe en la búsqueda, por parte de la presidencia Trump, de condiciones aún más ventajosas para el capital imperialista. Desde hace décadas, el ya extinto TLCAN fue la mejor expresión de la subordinación que mencionamos, en el terreno productivo y comercial. Desde los primeros años del neoliberalismo, México se convirtió en una plataforma de exportación orientada hacia las necesidades de las trasnacionales. Esa fue la “gran empresa” de la clase dominante nativa, impulsada por los gobiernos previos, cuya continuidad preserva la Cuarta Transformación.

El T-MEC profundiza esta realidad, a tono con las necesidades actuales de EE.UU. Por ejemplo con los cambios que se aplicarán en las llamadas reglas de origen, en beneficio de las empresas estadounidenses, los que se establecen en el terreno de la la propiedad intelectual, y también “los cambios a la Ley de Propiedad Industrial sobre el manejo de patentes de la industria farmacéutica (que le otorgan, N. del A.) un enorme poder en Estados Unidos, impone mejores condiciones para las trasnacionales de aquél país y ponen en duda todavía la producción de medicamentos genéricos en México”. [4]

Los verdaderos aliados, en las calles y los centros de trabajo al otro lado de la frontera

Lo que relatamos es resultado de los límites profundos del “progresismo” de López Obrador. Negarse a romper con las cadenas de la dependencia imperialista y la dominación de las transnacionales y los grandes organismos financieros —lo cual está indisolublemente ligado a preservar los intereses de los grandes empresarios nativos— sólo lleva a sucumbir a las exigencias del poderoso vecino del norte.

Así como no se puede “gobernar para ricos y pobres” —como se mostró durante la pandemia- tampoco es posible mantener una relación de “amistad” con la administración estadounidense, para el cual México es parte de su patio trasero. La Casa Blanca sólo acepta la sumisión de sus “socios” menores.

El progresismo lopezobradorista es incapaz de ofrecer una salida, favorable al pueblo trabajador, ante la dominación imperialista, la causa del saqueo, la explotación y opresión que sufren las grandes mayorías obreras y populares.

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