Por: Alexander Escobar
Tomado de: Rebelión
Integrando sectores de la economía que financian campañas presidenciales y legislativas, los medios dejaron de ser simples reproductores de intereses de una élite que gobierna: son los medios ahora parte de la élite.
Ocultar el paramilitarismo en Colombia es una política estatal. A pesar de las amenazas a organizaciones sociales, los asesinatos selectivos y el desplazamiento forzado de comunidades, negar el accionar paramilitar en estos crímenes es una directriz gubernamental para los medios de comunicación privados que reproducen el manual de estilo de la Presidencia de la República, cuya línea editorial ordena emplear el calificativo de “bandas criminales” (bacrim) para los grupos paramilitares.
Convertidos en corporaciones mediáticas, los medios privados sostienen el tipo de modelo económico y político al cual pertenecen y perpetúan gobierno tras gobierno. Integrando sectores de la economía que financian campañas presidenciales y legislativas, los medios dejaron de ser simples reproductores de intereses de una élite que gobierna: son los medios ahora parte de la élite.
Gobiernos y dueños de medios establecen de esta manera una relación inseparable para perpetuarse en el poder y legislar en favor del modelo neoliberal que entrega el patrimonio público y la soberanía a intereses extranjeros. La venta de Isagén, la precariedad del salario mínimo y el aumento del IVA que se avecina es una pequeña muestra de esta política que degrada las condiciones de vida del pueblo colombiano.
Las corporaciones mediáticas se muestran, entonces, como extensiones del Gobierno que actúan acorde a sus necesidades políticas y propagandísticas. En distintos escenarios, como el actual contexto de guerra y paz, se configuran en oficinas de prensa gubernamentales que fragmentan, parcializan y tergiversan información. El tema del paramilitarismo en referencia al proceso de paz con las FARC es ejemplo de este comportamiento.
Dentro del campo de la sicología de masas el Gobierno aprendió a manipular el lenguaje para silenciar y petrificar la memoria.
Transformar las estructuras paramilitares en “bandas criminales” aparece como el guión a seguir por los medios de comunicación, el cual reproducen presentando los hechos como un problema de delincuencia organizada y no como la expresión del terrorismo de Estado que recurre al paramilitarismo para perpetuar a una élite, o a sus testaferros políticos, en el poder.
Línea por línea, palabra por palabra, los medios privados convierten a periodistas y presentadores en personajes que actúan en una obra donde improvisar la palabra “paramilitarismo” puede ocasionar la pérdida del papel protagónico y la respectiva censura para trabajar en otros medios. Es una obra de teatro escrita por el Gobierno que no admite cambios. “Bandas criminales” será siempre el término a emplear.
Pero los antecedentes superan el engaño. Siendo el paramilitarismo la máxima expresión del terrorismo de Estado, sus orígenes involucran a integrantes de la Escuela Especial de Guerra de los Estados Unidos, quienes en 1962 visitaron el país recomendando la conformación de grupos paramilitares. Como lo relata el Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP) , el informe realizado por el General Yarborough, director de investigaciones de la Escuela de Guerra Especial de Fort Bragg, incluía un suplemento de carácter secreto que recomendaba “impulsar sabotajes y/o actividades terroristas paramilitares contra conocidos partidarios del comunismo”, en caso de ser necesario.
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