Donald Trump fue elegido como el presidente 45 de los Estados Unidos. / AFP
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Las 7 propuestas de
Donald Trump
que explican su victoria
Tomado de: andes.info.ec
Por Ignacio
Ramonet
París, 09 nov (Andes) - La
victoria de Donald Trump (como el ‘Brexit’ en el Reino Unido, o la victoria del
‘no’ en Colombia) significa, primero, una nueva estrepitosa derrota de los
grandes medios dominantes y de los institutos de sondeo y de las encuestas de
opinión. Pero significa también que toda la arquitectura mundial, establecida
al final de la Segunda Guerra Mundial, se ve ahora trastocada y se derrumba.
Los naipes de la geopolítica se van a barajar de nuevo. Otra partida empieza.
Entramos en una era nueva cuyo rasgo determinante es ‘lo desconocido’. Ahora
todo puede ocurrir.
¿Cómo consiguió Trump invertir
una tendencia que lo daba perdedor y lograr imponerse en la recta final de la
campaña? Este personaje atípico, con sus propuestas grotescas y sus ideas
sensacionalistas, ya había desbaratado hasta ahora todos los pronósticos.
Frente a pesos pesados como Jeb Bush, Marco Rubio o Ted Cruz, que contaban
además con el resuelto apoyo del establishment republicano, muy pocos lo veían imponerse en las primarias
del Partido Republicano, y sin embargo carbonizó a sus adversarios,
reduciéndolos a cenizas.
Hay que entender que desde la
crisis financiera de 2008 (de la que aún no hemos salido) ya nada es igual en
ninguna parte. Los ciudadanos están profundamente desencantados. La propia
democracia, como modelo, ha perdido credibilidad. Los sistemas políticos han
sido sacudidos hasta las raíces. En Europa, por ejemplo, se han multiplicado
los terremotos electorales (entre ellos, el Brexit). Los grandes partidos tradicionales
están en crisis. Y en todas partes percibimos subidas de formaciones de extrema
derecha (en Francia, en Austria y en los países nórdicos) o de partidos
antisistema y anticorrupción (Italia, España). El paisaje político aparece
radicalmente transformado.
Ese fenómeno ha llegado a Estados
Unidos, un país que ya conoció, en 2010, una ola populista devastadora,
encarnada entonces por el Tea Party. La irrupción del multimillonario Donald
Trump en la Casa Blanca prolonga aquello y constituye una revolución electoral
que ningún analista supo prever.
Aunque pervive, en apariencias,
la vieja bicefalia entre demócratas y republicanos, la victoria de un candidato
tan heterodoxo como Trump constituye un verdadero seísmo. Su estilo directo,
populachero, y su mensaje maniqueo y reduccionista, apelando a los bajos
instintos de ciertos sectores de la sociedad, muy distinto del tono habitual de
los políticos estadounidenses, le ha conferido un carácter de autenticidad a
ojos del sector más decepcionado del electorado de la derecha.
Para muchos electores irritados
por lo «políticamente correcto», que creen que ya no se puede decir lo que se
piensa so pena de ser acusado de racista, la «palabra libre» de Trump sobre los
latinos, los inmigrantes o los musulmanes es percibida como un auténtico
desahogo.
A ese respecto, el candidato
republicano ha sabido interpretar lo que podríamos llamar la «rebelión de las
bases». Mejor que nadie, percibió la fractura cada vez más amplia entre las
élites políticas, económicas, intelectuales y mediáticas, por una parte, y la
base del electorado conservador, por la otra. Su discurso violentamente
anti-Washington y anti-Wall Street sedujo, en particular, a los electores
blancos, poco cultos, y empobrecidos por los efectos de la globalización
económica.
Hay que precisar que el mensaje
de Trump no es semejante al de un partido neofascista europeo. No es un
ultraderechista convencional. Él mismo se define como un «conservador con
sentido común» y su posición, en el abanico de la política, se situaría más
exactamente a la derecha de la derecha. Empresario multimillonario y estrella
archipopular de la telerealidad, Trump no es un antisistema, ni obviamente un
revolucionario. No censura el modelo político en sí, sino a los políticos que lo han estado piloteando. Su discurso es
emocional y espontáneo. Apela a los instintos, a las tripas, no a lo cerebral,
ni a la razón. Habla para esa parte del
pueblo estadounidense entre la cual ha empezado a cundir el desánimo y el
descontento. Se dirige a la gente que está cansada de la vieja política, de la
«casta». Y promete inyectar honestidad en el sistema; renovar nombres, rostros
y actitudes.
Los medios han dado gran difusión
a algunas de sus declaraciones y propuestas más odiosas, patafísicas o ubuescas.
Recordemos, por ejemplo, su afirmación de que todos los inmigrantes ilegales
mexicanos son "corruptos, delincuentes y violadores". O su proyecto
de expulsar a los 11 millones de inmigrantes ilegales latinos a quienes quiere
meter en autobuses y expulsar del país, mandándoles a México. O su propuesta,
inspirada en «Juego de Tronos», de construir un muro fronterizo de 3.145
kilómetros a lo largo de valles, montañas y desiertos, para impedir la entrada
de inmigrantes latinoamericanos y cuyo presupuesto de 21 mil millones de
dólares sería financiado por el gobierno de México.
En ese mismo orden de ideas:
también anunció que prohibiría la entrada a todos los inmigrantes
musulmanes...Y atacó con vehemencia a los padres de un militar estadounidense
de confesión musulmana, Humayun Khan, muerto en combate en 2004, en Irak.
También su afirmación de que el
matrimonio tradicional, formado por un hombre y una mujer, es "la base de
una sociedad libre", y su crítica
de la decisión del Tribunal Supremo de considerar que el matrimonio entre
personas del mismo sexo es un derecho constitucional.
Trump apoya las llamadas
"leyes de libertad religiosa", impulsadas por los conservadores en
varios Estados, para denegar servicios a las personas LGTB. Sin olvidar sus
declaraciones sobre el "engaño" del cambio climático que, según Trump,
es un concepto "creado por y para los chinos, para hacer que el sector
manufacturero estadounidense pierda competitividad".
Este catálogo de necedades
horripilantes y detestables ha sido, repito, masivamente difundido por los
medios dominantes no solo en Estados Unidos sino en el resto del mundo. Y la
principal pregunta que mucha gente se hacía era: ¿cómo es posible que un
personaje con tan lamentables ideas consiga una audiencia tan considerable
entre los electores estadounidenses que, obviamente, no pueden estar todos lobotomizados?
Algo no cuadraba.
Puntos fundamentales
Para responder a esa pregunta
tuvimos que hendir la muralla informativa y analizar más de cerca el programa
completo del candidato republicano y descubrir los siete puntos fundamentales
que defiende, silenciados por los grandes medios.
1) Los periodistas no le
perdonan, en primer lugar, que ataque de frente al poder mediático. Le reprochan que constantemente anime al
público en sus mítines a abuchear a los “deshonestos” medios. Trump suele
afirmar: «No estoy compitiendo contra Hillary Clinton, estoy compitiendo contra
los corruptos medios de comunicación». En un tweet reciente, por ejemplo,
escribió: « Si los repugnantes y corruptos medios me cubrieran de forma honesta
y no inyectaran significados falsos a las palabras que digo, estaría ganando a
Hillary por un 20%».
Por considerar injusta o sesgada
la cobertura mediática, el candidato republicano no dudó en retirar las
credenciales de prensa para cubrir sus actos de campaña a varios medios
importantes, entre otros: The Washington Post, Politico, Huffington Post y
BuzzFeed. Y hasta se ha atrevido a atacar a Fox News, la gran cadena del
derechismo panfletario, a pesar de que lo apoya a fondo como candidato
favorito...
2) Otra razón por la que los
grandes medios atacaron con saña a Trump es porque denuncia la globalización
económica, convencido de que ésta ha acabado con la clase media. Según él, la
economía globalizada está fallando cada vez a más gente, y recuerda que, en los
últimos quince años, en Estados Unidos, más de 60.000 fábricas tuvieron que
cerrar y casi cinco millones de empleos industriales bien pagados
desaparecieron. 3) Es un ferviente proteccionista. Propone aumentar las tasas
sobre todos los productos importados. « Vamos a recuperar el control del país,
haremos que Estados Unidos vuelva a ser un gran país», suele afirmar, retomando
su eslogan de campaña.
Partidario del Brexit, Donald
Trump ha desvelado que, una vez elegido presidente, tratará de sacar a EE.UU.
del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA por sus siglas en
inglés).También arremetió contra el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP
por sus siglas en inglés), y aseguró que, de alcanzar la Presidencia, sacará al
país del mismo: « El TPP sería un golpe mortal para la industria manufacturera
de Estados Unidos».
En regiones como el rust belt, el
«cinturón del óxido» del noreste, donde las deslocalizaciones y el cierre de
fábricas manufactureras dejaron altos niveles de desempleo y de pobreza, este
mensaje de Trump está calando hondo.
4) Así como su rechazo de los
recortes neoliberales en materia de seguridad social. Muchos electores
republicanos, víctimas de la crisis económica del 2008 o que tienen más de 65
años, necesitan beneficiarse de la Social Security (jubilación) y del Medicare
(seguro de salud) que desarrolló el presidente Barack Obama y que otros líderes
republicanos desean suprimir. Trump ha
prometido no tocar a estos avances sociales, bajar el precio de los medicamentos,
ayudar a resolver los problemas de los «sin techo», reformar la fiscalidad de
los pequeños contribuyentes y suprimir el impuesto federal que afecta a 73
millones de hogares modestos.
5) Contra la arrogancia de Wall
Street, Trump propone aumentar significativamente los impuestos de los corredores
de hedge funds que ganan fortunas, y apoya el restablecimiento de la Ley
Glass-Steagall. Aprobada en 1933, en plena Depresión, esta ley separó la banca
tradicional de la banca de inversiones con el objetivo de evitar que la primera
pudiera hacer inversiones de alto riesgo. Obviamente, todo el sector financiero
se opone absolutamente al restablecimiento de esta medida.
6) En política internacional,
Trump quiere establecer una alianza con Rusia para combatir con eficacia a la
Organización Estado islámico (ISIS por sus siglas en inglés). Aunque para ello
Washington tenga que reconocer la anexión de Crimea por Moscú.
7) Trump estima que con su enorme
deuda soberana, los Estados Unidos ya no disponen de los recursos necesarios
para conducir una política extranjera intervencionista indiscriminada. Ya no
pueden imponer la paz a cualquier precio. En contradicción con varios caciques
de su partido, y como consecuencia lógica del final de la guerra fría, quiere
cambiar la OTAN: «No habrá nunca más garantía de una protección automática de los Estados Unidos para los países de la
OTAN».
Todas estas propuestas no
invalidan en absoluto las inaceptables, odiosas y a veces nauseabundas
declaraciones del candidato republicano difundidas a bombo y platillo por los
grandes medios dominantes. Pero sí explican mejor el porqué de su éxito.
En 1980, la inesperada victoria
de Ronald Reagan a la presidencia de Estados Unidos había hecho entrar el
planeta en un Ciclo de cuarenta años de neoliberalismo y de globalización
financiera. La victoria hoy de Donald Trump puede hacernos entrar en un nuevo
Ciclo geopolítico cuya peligrosa característica ideológica principal –que vemos
surgir por todas partes y en particular en Francia con Marine Le Pen – es el
‘autoritarismo identitario’. Un mundo se derrumba pues, y da vértigo...
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