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El machismo mata. El machismo viola. El machismo destruye, divide y obstruye. Es un monstruo que:
La Iglesia católica además consagró la sospecha sobre la mujer y el dominio masculino. Las instituciones del estado como la escuela y el ejército están impregnados de una masculinidad agresiva, y por fin la publicidad capitalista aviva el sexismo.
Estamos hartos de chistes machistas, de burlas homofóbicas, de protagonismos, de caudillos, de machines, de mujeres acosadas, violadas, asesinadas. Ya no podemos relegar el tema a la nota roja, al clóset, a los círculos feministas.
Estos “revolucionarios” se esconden detrás de un juicio legal y buscan el amparo de un aparato estatal que protege violadores. Al mismo tiempo amenazan y hostigan a las víctimas y sus círculos de amigas.
Aplaudimos y apoyamos esta acción, pero tenemos que cuestionarnos. Sólo por la complicidad y el silencio de muchos hombres las cosas pueden llegar tan lejos y se siguen haciendo así. Es tiempo de reflexionar, de cuestionarnos, de confrontar el machismo en nuestros espacios en todas sus índoles.
No podemos ser anticapitalistas, sin luchar contra el patriarcado. Ni podemos ser rebeldes, revolucionarios, luchadores sociales cuando toleramos prácticas machistas. No tenemos autoridad moral de criticar la violencia, cuando silenciamos la violencia sexual verbal o física. No va primero la lucha contra las empresas transnacionales, los capitalistas, gobiernos o imperialistas. Nuestro camino de liberación no puede tolerar el machismo y verlo como pura consecuencia de otras opresiones que por mano milagrosa desaparecerán con la caída del capital o el estado. La lucha contra el patriarcado es central, ya que implica la lucha contra toda una visión del mundo, de los humanos, de la naturaleza y nuestra dominación de ella.
Con mucha rabia y dolor, un poco de temor y siendo aún muy pocos, pero con la seguridad de que es nuestro lugar, junto a las compañeras en lucha.
Algunos hombres, en algunos lugares de Oaxaca...
y seguramente de muchos lados más...
todos nutrimos. Lo mantenemos vivo y fuerte con nuestra complicidad, con nuestros chistes, burlas y miradas. Es un mal añejo, enraizado ya en nuestras costumbres, cuerpos, corazones y cabezas.
"Se trata de una acción directa liderada por un grupo de mujeres que
optaron por mostrar, expresar y socializar de esta manera su absoluta
indignación y hartazgo ante un caso más de violencia sexual contra una
joven, ocurrido -como agravante- al interior de organizaciones que hacen
parte del movimiento social oaxaqueño."
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