Por: Julio
Morales Quiñones.
“Insisto sobre el
tema porque no es cualquier cosa. La aprobación de la Ley de Seguridad Interior
Implica un grave retroceso para la nación que ya enfrenta niveles de violencia
sin precedentes y la situación generalizada de violaciones a DD.HH. En
respuesta, 10 organizaciones internacionales comprometidas con los DD.HH y el
estado de derecho; llaman al mandamás a ejercer su facultad de veto respecto de
la Ley y anuncian la integración del Observatorio Internacional sobre México;
cuyo trabajo será vigilar y documentar el temido deterioro de los principios
universales en México”.
Nos alejamos de la Democracia y el
mundo nos observará. Entre los participantes figuran: (AI) Amnistía
Internacional; (CEJIL) Centro por la Justicia y el Derecho Internacional; (CADHM)
Coordinación Alemana por los Derechos Humanos México; (DPLF) Fundación para el
debido Proceso; (LAWG) Latín American Working Group; (WOLA) Oficina de
Washington para América Latina; (OSJI) Open Society Justice initiative; (OMTC)
Organización Mundial contra la Tortura; (PBI) Peace Brigades International; y
Robert F Kennedy Human Rights; al esfuerzo se unen más organismos internacionales.
Cristo tuvo la
prodigiosa obsesión de multiplicar los panes y repartirlos entre la multitud
que le seguía. Asoma 2018 y a propósito de panes; en un mundo donde el consumo
promedio justo debiera ser de un pan por persona, cuando solo hay 2 panes, los
buitres del tsunami despiadado del neoliberalismo; el momio del cuello
almidonado se come ambos; una parte de nosotros alcanza las migajas, la otra ni
siquiera eso. La desolada realidad causa desesperanza. Salvemos el desaliento y
reflexionemos si vale la pena tener esperanza, si vale la pena tener esa pena;
si porfiando en ello, tarde o temprano vendrá la alegría. No olvidemos que la
verdadera esperanza no viene del cielo; brota aquí en la tierra; si la
sembramos y la regamos incluso en días de guarda. La esperanza es arduo trabajo
que incluye indignación, desvelo, competencia; insomnio; como la democracia
misma, tan manoseada, tan usada.
Lo dijo el Dramaturgo
y actor Argentino, Armando Discépolo: “Nos
toca sobre todo a quienes tenemos techo y trabajo, a los bien comidos y bien
alfabetizados. A los sin trabajo; a los ancianos, jubilados no debemos
exigirles nada. Se entiende que llegado el caso, ellos desciendan a la
desesperanza. A Ellos no debemos exigirles nada; al contrario; les debemos el perdón
por los siglos; pero los bien-comidos, alfabetizados y abrigados que bajan los
brazos sin la esperanza, en realidad no merecen tener brazos; son vagos de toda
vagancia; ofenden y estorban a la vida. Peor es que, a muchos, casi nos
convencen de que tener esperanza es algo subversivo; o que es el modo más
triste de hacer el ridículo”.
No permitamos que
también nos roben la esperanza; porque así, ya ni siquiera necesitamos enemigos. Bajar los brazos, entregarse al desánimo, es
una manera de ensuciar el futuro, y ojo; en la palabra futuro están nuestros
hijos, los hijos de nuestros hijos. Muchos escupen la palabra “esperanza” o la
usan mercenariamente. En ese río revuelto de “todos son iguales” que inyecta la
anti-política, una vez más le hacen el caldo gordo a los siempre activos que
propician la mano dura explícita o la mano dura con careta de falsa democracia.
Al final es más fuerte la esperanza gestada por la invencible ciencia de la
paciencia, que no es resignación, todo lo contrario. La esperanza es incesante
trabajo, no es para vagos, ni pasivos, ni distraídos, ni invertebrados, ni para
traidores, ni para los piel de camaleón.
Hablamos de la
esperanza, última cornisa de la dignidad; de la esperanza, milagro sembrado, no
caído del cielo. De la esperanza como polea ideológica, no de la esperanza
enclenque. Ni de la esperanza a través de discursos aprendidos de memoria, ni
la reforzada esperanza en cartón pintado. Esforcémonos para no caer en la
obscena comodidad de la desesperanza, traición imperdonable; ineludible a la
mirada de nuestros hijos, nietos y sucesivamente. Bien comidos y leídos: Aún abatidos,
no caigamos en la desesperanza. Asoma 2018; no arriemos la esperanza ni
perdamos la vergüenza.
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