Desde el puente Amarillo se observa el bajo caudal del río, la vegetación verde-selva y un horizonte de sonidos rodeando el gran silencio reverencial de las 800 personas que escuchan la oración en tzeltal, la palabra antigua de los campesinos que defienden su territorio de la modernidad depredadora, de los proyectos ecoturísticos y su amable propaganda, puerta de entrada para las empresas trasnacionales que morderán luego la tierra con explosivos y potentes maquinarias. Espiritualidad campesina en oposición a la religión del dinero; espiritualidad contra el crimen políticamente organizado, contra el ejército que es arma de los poderosos y se hace acompañar del alcoholismo y la prostitución.
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