Los brasileños rechazan el una vez
popular, Partido de los Trabajadores
Políticos corruptos se ponen de acuerdo con el
capital internacional para destituir a la presidenta
Guerry Hoddersen
Tomado de: Freedom Socialist
Aunque
no fue un golpe de Estado en el sentido estricto de la palabra, equivalió a la
expulsión de una presidenta democráticamente elegida a través de la colusión de
los grupos empresariales brasileños, los magnates de derecha, los partidos
políticos neoliberales, las iglesias evangélicas, Wall Street y el poderoso
poder judicial brasileño.
Irónicamente, el enjuiciamiento de Rousseff
dio lugar a que el vicepresidente Michel Temer, del Partido del Movimiento
Democrático Brasileño de centro-derecha, se convirtiera en presidente. Temer es
uno de los políticos más repudiados en Brasil y se le impedirá postularse a la
presidencia durante ocho años debido a prácticas de campaña ilegales. Una vez
instalado en el poder, no perdió tiempo haciendo una peregrinación a Wall
Street para asegurar a los inversionistas extranjeros que están abiertas las
puertas de las enormes reservas de petróleo de Brasil y de las propiedades
nacionalizadas.
El
camino hacia la destitución. La caída de Rousseff fue un dramático cambio de
fortuna para el socialdemócrata Partido de los Trabajadores. Hace sólo cinco
años, se predijo que Brasil superaría a Francia y Gran Bretaña para convertirse
en la quinta economía más grande del mundo. Y cuando Lula da Silva dejó el
cargo en 2010, éste contaba con un 80 por ciento de aprobación.
A
Wall Street esto no le hizo ninguna gracia. Chevron, Shell y Exxon Mobil
querían participar en la bonanza del petróleo. En su lugar, Petrobras recurrió
a acuerdos conjuntos de operación con firmas petroleras chinas que estaban
dispuestas a darle a la compañía estatal un 30 por ciento de participación en
lo que encontraran.
En
2010, los documentos WikiLeaks de Chelsea Manning revelaron que los Estados
Unidos estaban tratando de influir en las elecciones presidenciales apoyando a
un candidato que pedía la privatización de Petrobras. Tres años más tarde,
Edward Snowden publicó los archivos de la Agencia de Seguridad Nacional que
mostraban que los Estados Unidos habían espiado más a Brasil que Rusia y China
interceptando los teléfonos de Rousseff, leyendo sus correos y espiando a
Petrobras.
Rousseff
acusó a Washington de tratar de obtener información privilegiada que ayudaría a
las compañías estadounidenses en una próxima subasta de los grandes yacimientos
petrolíferos de Petrobras. Al final, los Estados Unidos boicotearon la subasta
y Globo, una poderosa firma derechista de medios de comunicación, lanzó un
ataque de propaganda contra Petrobras.
La
polarización aumenta. Temer no perdió tiempo para nombrar a un gabinete de
puros hombres blancos, incluyendo a un general entrenado durante la dictadura
brasileña y un ministro de finanzas que pasó 28 años en un banco de los Estados
Unidos. Ya el Congreso está considerando una enmienda constitucional que
congelaría el presupuesto para el gasto público hasta 2037, lo cual obligaría a
todos los futuros gobiernos a limitar los gastos para la salud, educación,
bienestar social y servicios públicos. La burguesía teme que el Partido de los
Trabajadores pueda regresar y quiera impedir el retorno de la socialdemocracia.
Mientras
el gobierno se mueve hacia la derecha lo más rápido que puede, la clase obrera
no ha sido derrotada. Más bien, los trabajadores y otros grupos oprimidos están
disgustados con la política electoral burguesa; las elecciones municipales
celebradas en octubre tuvieron la mayor tasa de abstención en la historia del
país.
La
acción callejera es otra cosa muy distinta. En las protestas que se llamaban
"primavera feminista" de Brasil en octubre participaron cientos de
miles de personas y exigieron que el Congreso cesara sus ataques a los derechos
reproductivos, incluyendo una pena más alta por el aborto a raíz del virus
Zika. Y los estudiantes de secundaria están ocupando 500 escuelas en todo el
país denunciando a Temer.
Habrá
mayor resistencia contra la derecha con el paso del tiempo. La austeridad es la
única respuesta del neoliberalismo a una economía enferma y luchar es la única
respuesta a la austeridad.
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