Un día Nuevo
Los eventos de la semana pasada siguen resonando en la conciencia nacional.
Los asesinatos no provocados cometidos
por policías en las calles del Medio Oeste de Estados Unidos y los
subsecuentes asesinatos de algunos policías en Texas nos indican que se
ha alcanzado una nueva etapa en la guerra interna más larga del país, y
que nadie sabe cómo acabará.
Obviamente el problema de la violencia policiaca no es nada nuevo.
Cuando el reverendo Dr. Martin Luther
King, hijo, encabezó protestas contra la segregación racial en Selma,
Alabama en los años 60, los policías no auxiliaron a los manifestantes.
Al contrario, golpearon a los hombres y mujeres indiscriminadamente para
proteger los privilegios de los blancos. El puente Edmund-Pettus bridge
se volvió resbaloso con la sangre de los negros derramada ahí.
Hoy en día asesinan con impunidad total
a hombres, mujeres, niñas y niños negros ––como Mike Brown, Rekiah
Boyd, Tamir Rice, Eric Garner–– y nada les pasa. Los grandes jurados que
operan en secreto, y los jueces que emiten fallas no tan secretas,
coinciden en dictaminar “homicidio justificable” y los policías asesinos
reciben ascensos de trabajo.
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