Mexico. Ayotzinapa, fase superior del capitalismo del siglo XXI
Por Katu Arkonada
Tomado de Kaos en la Red
Nada es casualidad. El país que
protagonizó la primera gran revolución del siglo XX, revolución hecha en
defensa de la tierra; el primer país de América Latina en el que, a pesar del
robo electoral, la izquierda ganó unas elecciones presidenciales en mitad de la
larga noche neoliberal; el país que un año después, en 1989, parió un
instrumento político para disputar el poder electoral (mucho antes de que en
Venezuela surgiera el Movimiento V República o en Bolivia el MAS-IPSP); el país
donde en 1994 hubo un alzamiento indígena y
guerrillero para decir basta al neoliberalismo y sus instrumentos, los
tratados de libre comercio (...)
No solo el
sistema de cómputo electoral se “cayó” aquella noche del 6 de julio de 1988,
sino que la llegada al poder de Salinas de Gortari, redujo las esperanzas de
derrotar un sistema que al contrario de lo que muchas veces se especula, no ha
producido un Estado fallido sino un engranaje perfectamente diseñado para
ponerse al servicio de unas elites políticas y económicas.
La criminalización de la
protesta, algo habitual durante la pax social priista, sufrió una vuelta de
tuerca bajo la excusa de la guerra contra el narcotráfico, y el capital no
encontró otra forma de desarrollar una nueva etapa del neoliberalismo que mediante
la doctrina del shock, respaldada por un Estado que garantiza la impunidad.
Luis Hernández, basándose en diferentes estudios de grupos de Derechos Humanos,
calcula[3] que en los últimos 8 años y bajo el pretexto de la guerra contra el
narcotráfico, 120.000 personas han sido asesinadas, al mismo tiempo que
desaparecían a otras 30.000. De Acteal a Tlatlaya, pasando por Atenco, en
México se ha fraguado una reactualización del Plan Cóndor que aterrorizó
Sudamérica en la década de los 80.
En Ayotzinapa se concentran las
peores esencias de un Estado-no-fallido; policía, corrupción y militarismo
sumados a la alianza entre la clase política local y el narco. Pero el problema
no es ninguna de las anteriores por sí misma, sino la conjunción de todas ellas
pasadas por la thermomix del capitalismo, que produce horrores como el
secuestro, tortura y desaparición de los 43 compañeros normalistas.
Ayotzinapa implica el punto
de quiebre, y una ventana de oportunidad para construir un proyecto desde
abajo, desde las mayorías populares, que interpele el poder establecido todavía
bajo un aparente manto de legalidad, y construya un proyecto nacional-popular
que luche contra la corrupción y la crisis de legitimidad, representación
política y seguridad que vive México.
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