viernes, 29 de mayo de 2015

Mexico. Ayotzinapa, fase superior del capitalismo del siglo XXI

Mexico. Ayotzinapa, fase superior del capitalismo del siglo XXI

Por Katu Arkonada
Tomado de Kaos en la Red
Nada es casualidad. El país que protagonizó la primera gran revolución del siglo XX, revolución hecha en defensa de la tierra; el primer país de América Latina en el que, a pesar del robo electoral, la izquierda ganó unas elecciones presidenciales en mitad de la larga noche neoliberal; el país que un año después, en 1989, parió un instrumento político para disputar el poder electoral (mucho antes de que en Venezuela surgiera el Movimiento V República o en Bolivia el MAS-IPSP); el país donde en 1994 hubo un alzamiento indígena y  guerrillero para decir basta al neoliberalismo y sus instrumentos, los tratados de libre comercio (...)


No solo el sistema de cómputo electoral se “cayó” aquella noche del 6 de julio de 1988, sino que la llegada al poder de Salinas de Gortari, redujo las esperanzas de derrotar un sistema que al contrario de lo que muchas veces se especula, no ha producido un Estado fallido sino un engranaje perfectamente diseñado para ponerse al servicio de unas elites políticas y económicas. 

La criminalización de la protesta, algo habitual durante la pax social priista, sufrió una vuelta de tuerca bajo la excusa de la guerra contra el narcotráfico, y el capital no encontró otra forma de desarrollar una nueva etapa del neoliberalismo que mediante la doctrina del shock, respaldada por un Estado que garantiza la impunidad. 

Luis Hernández, basándose en diferentes estudios de grupos de Derechos Humanos, calcula[3] que en los últimos 8 años y bajo el pretexto de la guerra contra el narcotráfico, 120.000 personas han sido asesinadas, al mismo tiempo que desaparecían a otras 30.000. De Acteal a Tlatlaya, pasando por Atenco, en México se ha fraguado una reactualización del Plan Cóndor que aterrorizó Sudamérica en la década de los 80.

En Ayotzinapa se concentran las peores esencias de un Estado-no-fallido; policía, corrupción y militarismo sumados a la alianza entre la clase política local y el narco. Pero el problema no es ninguna de las anteriores por sí misma, sino la conjunción de todas ellas pasadas por la thermomix del capitalismo, que produce horrores como el secuestro, tortura y desaparición de los 43 compañeros normalistas.

Ayotzinapa implica el punto de quiebre, y una ventana de oportunidad para construir un proyecto desde abajo, desde las mayorías populares, que interpele el poder establecido todavía bajo un aparente manto de legalidad, y construya un proyecto nacional-popular que luche contra la corrupción y la crisis de legitimidad, representación política y seguridad que vive México.





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