viernes, 27 de marzo de 2015

Astillero


Por: Julio Hernández López
Tomado de: La jornada

Nada le importa al ocupante actual de Los Pinos que en diversas encuestas de opinión aparezca un alto índice de reprobación a su ejercicio gubernamental. Él no está dedicado a la frivolidad (es decir, la de las encuestas) y lo único que desea es servir bien a la patria, sin más recompensa, premio, aliento o reconocimiento metálico que la satisfacción del alto deber cumplido. Todo un estadista, pues, al que no encandilan los oropeles de la falsa fama ni la consecución de logros personales (sean casas o no, que a fin de cuentas tales bonos inmobiliarios serían lo menos cuantioso). Y ya encarrerado en esa entrevista al término de una gira por Tlaxcala, en la que habló de que él no trabaja ni dedica su empeño a colocarse medallitas, sentenció, con la vista tendida en el horizonte histórico que desde ahora adivina áureo y benevolente para su obra: hoy no me ocupa, a final de cuentas, revertir o mejorar índices de popularidad; lo único que me interesa es que a México le vaya muy bien. Ah.

Despertó el gigante que vive en San Quintín y despertó con sed de justicia, dijo Justino Herrera, vocero de la Alianza de Organizaciones Nacional, Estatal y Municipal por la Justicia Social, según la edición de Internet de La Jornada Baja California, que dirige la periodista Mireya Cuéllar. Un grito rei-terado fue el de ¡No más salarios de hambre!, entre esos jornaleros agrícolas que en su mayoría son indígenas y provienen de otros estados de la República. Ellos han constituido parte de ese México (hasta ahora) invisible, el de los más pobres entre los pobres, despojados de derechos y justicia, condenados a la condición de meras máquinas recolectoras de productos luego vendidos a consumidores extranjeros con grandes ganancias para los empresarios que hoy se lamentan de las fresas echándose a perder en los campos por la protesta de los jornaleros, pero nunca se preocuparon por la atención de esos trabajadores en términos de humanidad y justicia. Empresarios largamente infractores de la ley, sin proporcionar seguridad social ni otras prestaciones a sus peones acasillados, pero que hoy hacen cuentas adoloridas ante el riesgo de tener que pagar unos pesos más a los trabajadores.





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