Por: Luis Iván
Tarín Alcalá
Una bocanada de aire
significa un respiro, una posibilidad para reacomodar las cosas y quedar en una
posición “mejor”.
El reciente triunfo
electoral de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), debería ser interpretado de la
misma forma.
Al menos, para quienes
apelamos a un cambio social más profundo, que incluya un reacomodo económico y
político en términos más justos y equitativos.
Lo anterior implicaría
por necesidad entender que para quienes vivimos en México, estamos ante un nuevo
escenario político a partir del 1º de julio.
Si bien, no hemos llegado
a nuevas reglas, cambios profundos ni reales, sí lo estamos ante una nueva
correlación de fuerzas.
Los 30,113,483 votos en
favor de AMLO así lo ratifican: en ellos existe una esencia, no pueden ser, ni
son los mismos que votaron por Vicente Fox (15,989,663), Felipe Calderón (15,000,284)
y/o Enrique Peña Nieto (19,226,784).
Es significativo concebir
que las fuerzas aún no se terminan de acomodar, ni mucho menos transmutarse.
Pero dentro de lo que se
ha dejado ver de este cambio, lo primero, a decir, es que no se observa tan
profundo como se prometió.
Una segunda idea es que
el transmute parece no favorecer ¡tanto!
a éstas más de 30 millones de personas que votaron por el prometido candidato.
El tercer comentario,
refiere a que la reconfiguración política después de la contienda electoral del
1º de julio y el reacomodo de personajes nuevos, viejos e implicados asoma
ayudar en pocos aspectos a ésas mismas
personas que votaron en favor de ése
cambio.
La única manera de evitar
que el respiro se convierta en una bocanada de aire frío, será seguir manteniendo
las cosas calientitas ¡Ya saben! mantener la agitación política para que se
cumplan los mínimos requeridos de las promesas que movieron a esas más de 30
millones de personas.
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